La idea de mediación escolar surge en la
institución a partir de un proyecto original de asambleas de aula como un
espacio de expresión y reflexión para los alumnos y alumnas por algún conflicto
que se hubiera dado en el grupo o con un adulto. En estas asambleas los
chicos/as manifiestan sus reclamos o quejas acerca del comportamiento y
actitudes entre pares o de los adultos hacia los alumnos. Las asambleas son
coordinadas por las docentes de cada grado y en ellas todos los alumnos/as
tienen la posibilidad de expresarse, defenderse, plantear el conflicto o
el problema directamente a sus pares. Esta práctica de participación
democrática pone de manifiesto la importancia de las opiniones, sentimientos,
deseos y necesidades y contribuye a mejorar y reparar situaciones injustas o
desagradables. Fomenta actitudes de apertura, comprensión y empatía que
implican un compromiso de atención al otro/a.
Creemos que poder enfrentar a las
alumnas y alumnos a soluciones diferentes, que se alejen de lo tradicional,
como la represión o castigo, sin espacio para reparar o recapacitar, es el
camino para generar seguridad y confianza en ellos/as. Promover este tipo de
prácticas los acerca a un aprendizaje de la ética, de la honestidad que poco a
poco irán extendiendo a sus grupos de pertenencia transmitiendo otra forma de
comunicación para convivir.
Los problemas que surgen en la escuela
en general, son en otra escala, los que se presentan a diario en nuestra
sociedad: competencia, insultos, desvalorización, conflictos por tener más que
otros, creencias, luchas de poder, etc. Estos conflictos suelen ser
destructivos si no aprendemos a detectarlos y manejarlos. El conflicto puede
ser un estímulo que permite aprender, crecer y fortalecernos como individuos y
mejorar los vínculos con los otros.
Los adultos podemos tomar dos caminos
ante estas situaciones: desestimarlas, porque ocuparse de estos temas demanda
tiempo, compromiso y creatividad para resolverlas, o tomarlas como parte de la
educación y el aprendizaje tanto de los adultos como de los alumnos y alumnas.
A veces el conflicto suele surgir por
una percepción equivocada que puede deberse a que no transmitimos bien lo que
queremos decir. Es por eso que las condiciones para trabajar en estas asambleas
son: escuchar al otro aunque no comparta su postura, mirar a la persona a la
cual se dirige, no interrumpir ni desvalorizar la opinión de otro y esperar el
turno para hablar. La docente que actúa como coordinadora debe estar
atenta a los sentimientos y emociones que se ponen en juego.
Pudimos observar que a veces,
espontáneamente, algún alumno/a sacaba una conclusión luego de haber escuchado
a las partes y ofrecía una solución. Esto nos alentó a pensar en un
entrenamiento para que varios niños/as pudieran aprender a actuar como mediadores.
También vimos que no todos tienen la predisposición para ejercer este papel,
por timidez o por no exponerse.
Este año, comenzamos a entrenar a los
chicos y chicas de 7º que voluntariamente aceptaron el desafío. En primer lugar
debíamos encontrar en estos alumnos/as ciertas características que fueran
positivas para ejercer este rol, estar motivados, tener buenas actitudes y
habilidades sociales, ser respetado y con cierta autoridad en el grupo y tener
estabilidad emocional. Observaron videos donde había niños/as que ejercían este
rol de mediadores en escuelas con casos y conflictos reales, se familiarizaron
con el vocabulario adecuado, captaron los momentos de intervención, los
distintos pasos a seguir y la técnica del parafraseo para aclarar lo que cada
parte intenta transmitir, las reglas para lograr un clima de confianza y no
agresión, el compromiso de ambas partes, etc. Es fundamental la escucha activa
del mediador para comprender a las partes y facilitar la comunicación
alentándolos a que aprendan a escucharse sin tener siempre un mediador
cerca. Es preferible que el mediador sea neutral, que no esté
comprometido afectivamente con alguna de las partes. También deben saber que no
siempre se llega a una solución que conforme a las dos partes, y tal vez no se
solucione el conflicto, o no puedan sostener el compromiso acordado.
Les advertimos a los chicos/as sobre la
dificultad principal para ejercer el rol, que consiste en ponerse en el lugar
del otro para comprender el conflicto según lo entiende y lo siente cada
persona. Es fácil hacer hipótesis sobre lo que sucede y decir a los demás lo
que deben hacer. Es clave que aprendan a preguntar sólo lo que ayuda a
profundizar los sentimientos y clarificar los pensamientos.
El entrenamiento comenzó en las asambleas
mensuales de delegados, un proyecto original de la escuela, que consiste en una
reunión a la que se convoca a los delegados de aula, que son elegidos
democráticamente por el voto de sus compañeros/as y que son coordinadas por una
docente diferente cada año. Los delegados concurren con planteos acerca de
distintas situaciones que les gustaría cambiar en el comedor, en los recreos,
sobre futbol en la terraza, sobre la injusticia de ciertas medidas
disciplinarias como consecuencia del mal comportamiento de los alumnos,
etc. En este punto se los invita a jugar con una lluvia de ideas
(distintas opciones, algunas absurdas y otras viables, que no se juzgan ni se
rechazan, vale todo) que los saca de las soluciones clásicas. Para esto se
eligió a una pareja de alumnos/as mediadores de 7º grado que se renueva mes a
mes.
Fuimos observando un cambio de actitud
entre los alumnos y alumnas. El hecho de tener a estos interlocutores
interesados por solucionar situaciones cotidianas, favoreció la comunicación
entre pares. Saberse escuchados y que alguien estuviera interesado en sus
problemas, aunque fuera un hecho como que hubiera desaparecido un libro de la
mochila, hizo que muchos se sintieran mejor. El hecho de ser ellos/as los
responsables de encontrar una solución al conflicto también los ubicaba en un
lugar de adultos con mayor autonomía. Como consecuencia mejoró el clima del
aula y las relaciones interpersonales sobretodo en los grados superiores. Por
otro lado constituye un método de prevención ante actitudes de acoso.
¡Gracias María Inés, Susana, Daniela y chicas!
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